A continuación reproducimos el editorial íntegro:
No hay, probablemente, ningún escritor vivo que reúna más méritos literarios para el Nóbel que Mario Vargas Llosa. La Academia Sueca no ha permitido que se añada un nuevo nombre a su larguísima lista de clamorosas omisiones, entre las que figuran Borges, Graham Green, Tolstoi, Chejov, Henry James o Chesterton. Pero Vargas Llosa es, además, uno de los últimos y más grandes representantes de una serie difícilmente repetible de sucesivas generaciones de prodigiosos literatos iberoamericanos. Su capacidad para reproducir y recrear la riqueza del español americano y de construir historias lo convierte en uno de los grandes.Vargas Llosa, desde una militancia liberal, ha denunciado con frecuencia las tentaciones totalitarias y populistas que han sacudido América durante las últimas décadas del siglo XX y durante este comienzo del siglo XXI. El escritor en algún momento descendió a la arena política sin mucho éxito por su dificultad para conectar con el sentir popular. Es cierto que el ya Nóbel de literatura no siempre ha valorado adecuadamente la gran síntesis cultural que se produjo en la América española –especialmente en el barroco- en la que el elemento católico fue y es decisivo. Pero es el momento de alegrarnos con este premio y de esperar que con él se abra la posibilidad de un nuevo diálogo con éste gran escritor de nuestro tiempo.
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